jueves, 1 de abril de 2010

La chilanga banda

Hoy he estado un tanto reflexiva en lo que se refiere al DF, para mi existen tres y todos separados generacionalmente: la ciudad de mis abuelos, la ciudad de mis papás y mi ciudad.


La ciudad de mis abuelos siempre estuvo envuelta en una nostalgia llegadora, de memorias de las calles, de historias en las colonias y plazas que tocaban. Cuando era pequeña, mi abuela me contaba historias de cuando ella era niña, de cuando las casas eran enormes y los tranvias empezaban a funcionar, de cuando por azares del destino, su mamá lavó la ropa del mismísimo Porfirio Díaz, considerandolo un tipo guapetón, me contaba de vecindades, que en ese entonces abundaban y significaban más de lo que ahora son, me contaba mil y un cosas de una ciudad que crecia para todos lados y que aunque la vida no era lo más cómoda posible, recordaban con cariño cada una de sus esquinas. 

Por su parte, mi abuelo me hablaba de su entrañable Tepito, él era fanático del box y la lucha libre, asi que adoraba recorrer el barrio bravo, entrenar un poco en algún gimnasio que le diera chance de tirar algunos golpes o le diera chance a sus hijos de empaparse de la lucha libre dando algunas llaves, marometas y caídas, entre ellos mi papá al que por cierto nunca le gustó la lucha libre. Mi abuelo era un pata de perro y en el rato que me tocó conocerlo lo consideré todo un estuche de monerías, no se podia quedar quieto y para él lo mejor era agarrar su bici e ir a dar la vuelta a la ciudad o simplemente acabar en un parque de la colonia para jugar frontón (besos para los abuelos, donde quiera que ahora anden, a ella por poner su granito o puñado de arena en mi facilidad para leer personas y enseñarme tantas y tantas cosas y a él por prestarme viejos libros que sólo entendí hasta que tuve un poquito más de edad y por ser un necio que hizo lo que se le dió la gana hasta el último día)


Ahora la ciudad de mis papás: Ellos siempre han visto al DF cómo un monstruo que te puede tragar cuando se le dé la gana, ven a la ciudad peligrosa y en ruinas, mi papá siempre aspirando a moverse o con una mentalidad perversa de que en cada esquina roban, matan, violan y destazan, o viendonos más trágicos, te hacen caldo en ácidos como "el pozolero". A ellos les tocó la matanza del 68, el temblor del 85, la levantada en armas del EZLN, hasta la subida al poder de Salinas y el atentado a Colosio. Sus historias por lo tanto nunca fueron muy alentadoras, siempre en el afán de progreso, siempre cuidandose las espaldas para no ser aplastados (o tragados por su monstruo) y con muchos de sus ideales guardados en los cajones más lejanos siempre dejando algunos en cada mudanza que hacian. Mi mamá era la que se salvaba más, ella le cortaba la cabeza a su monstruo de vez en cuando y disfrutaba la ciudad bailando, la música tropical era de sus favoritas: salones de baile, ropa linda, vueltas y vueltas, todo eso formaba parte de su pasatiempo; aunque tambien me contaba historias de cuando trabajaba en un tianguis, de largas jornadas cargando pacas de ropa y de trabajo pesado que se veia disminuido por todas las experiencias que se quedaron en su cabeza. Igual, su unión con la ciudad de México nunca fue entrañable, siempre deseando países lejanos e historias de la realeza.


Por último la que me toca, que siempre la he sentido como un renacimiento en ese volver a vivirla, a sentirla, en ese volver a tomar espacios, teniendo un especial afecto por ella y lo que ofrece (que cada día es más y más), para mi es como un licuado de experiencias: le metemos dos tres intentos de modernización, un puñado de cultura, una pizca de arte, pongamosle diversidad y para darle el toque decoremos con la internalización de la cultura popular, tan rica en nuestra ciudad. Este DF que me toca está en ese empuje el cual adoro, de toda una generación de jovenes que voltea a sus calles, las descubre y redescubre, convive con ellas, se hace parte de ellas, se hace parte de la vida en la ciudad y todo lo que ello significa . Yo confieso tener una relación intensa con la ciudad de México: la gozo, la uso, la manoseo, la quiero, la exprimo y espero que algún día, en algún punto pueda ser usada por ella, no manoseada, porque para eso con el metro tengo.


Las tres son la misma ciudad, una ciudad que se mueve y se seguirá moviendo y aunque en el espacio tiempo son disimiles, mis abuelos ayer y hasta que murieron hace unos años creyeron a la ciudad hermosa, lo mismo que mis papás que desde pequeña siempre me la han mostrado como una ciudad insegura, que aturde y no muy disfrutable, doy gracias porque esa mentalidad no se me pegó y puedo verla y conocerla desde un enfoque distinto.


Asi que ahora sólo por eso iré a hacerle honor a la nostalgia de los abuelos en las plazas, las cantinas, pulquerias, en el Centro, Tepito, La Lagunilla, la Roma, dando el rol por las entrañables vecindades, los tianguis, los parques y de paso mataré al monstruo de mis padres porque la ciudad es mansita y no te traga, más bien yo me la quiero comer a ella de un solo bocado.
 

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